Entrevista / Escritor, editor, traductor.
Nació en Buenos Aires en 1981. Hasta
la fecha ha escrito las novelas “Formas
del humo” (premio del Fondo Nacional de las Artas, 2004; Beatriz Viterbo,
2006), “Kilgore o Todo vuelve a su cauce
más pronto o más tarde” (finalista del I Premio de Novela Bruguera
Editorial, España; Bajo la luna, 2010), “Donde termina el
desierto” (premio del Fondo Nacional de las Artes, 2009; Bajo
la luna, 2012), “Maguey o El cuaderno tapatío
y La memoria de los peces”. También los libros
de poemas “El Mamut” (Poesía reunida 2001/2004, próximamente en
Bajo la luna), “El Hombre-Montaña” (Poesía
reunida 2004/2006), “La Matanza del
Ternero Cebado & la
Insurrección de los Lúcidos en la Región del Maíz,
Mattawamkeag” y “Frío en las regiones equinocciales” (próximamente
en Barba de Abejas).
Con becas de
investigación del Fondo Nacional de las Artes realizó las primeras traducciones
al español de la poesía de Herman Melville, “Lejos de tierra & otros poemas”
(Bajo la luna, 2008) y de Henry David Thoreau, “La
canción del viajero & otros poemas” (Barba de Abejas,
2012). Además, ha traducido uno de los diarios de Melville, “Diario a bordo del Meteor (1860) & otros textos”
(próximamente en Bajo la luna), así como a Theodore Enslin, “Fin del invierno en Maine & otros poemas” (Barba
de Abejas, 2012), Ralph Waldo Emerson, Raymond Carver, Dylan Thomas, Wilfred
Owen y a algunos escritores de la Generación Beat , entre ellos a David Meltzer
(próximamente en Barba de Abejas).
Y, como si fuera
poco, dirige la editorial artesanal & digital Barba de Abejas, con sede en
la ciudad de City Bell, provincia de Buenos Aires, Argentina, donde además
reside.
En resumen, ha quedado claro: es escritor, editor y traductor, y docente, además. Lo cual quiere decir, para bien del propósito de esta entrevista, que se trata de alguien que puede decirnos algunas cosas sobre el oficio de escribir.
En resumen, ha quedado claro: es escritor, editor y traductor, y docente, además. Lo cual quiere decir, para bien del propósito de esta entrevista, que se trata de alguien que puede decirnos algunas cosas sobre el oficio de escribir.
*
¿Qué le gusta más: escribir, editar o traducir; novela o poesía
(qué con el cuento)? ¿Hay una prioridad entre todo o es un conjunto
indivisible?
Escribo mucha poesía, a mano en libretas
y en ratos libres, bastante salteado, y novela por las mañanas en la
computadora, aunque siempre apunto fragmentos de capítulos en las libretas donde
escribo poesía. En cuanto a la traducción, prefiero también la poesía, porque
me permite concentrarme mucho tiempo en un texto relativamente breve. No
esquivo traducir prosa, pero disfruto más la traducción de poesía pues es una especie
de microtraducción, o una traducción más milimétrica, si se quiere. Me temo que
si encarara la traducción de prosa con el mismo ánimo con que encaro la de un
poema me demoraría un par de meses en una docena de carillas. Disfruto mucho
escribir y traducir, por igual, y creo que todo eso es parte de una forma de
vida. Casi no he escrito más que tres o cuatro cuentos, y dos de ellos
terminaron siendo novelas. Es el género que menos leo y, sospecho que por esa
razón, el que menos escribo.
¿Cuál de sus novelas o cuáles destaca?
No sé si la
destaco, pero la última, Donde termina el
desierto (recién publicada en Buenos Aires por la editorial Bajo la luna),
trabaja con varias tradiciones bastante disímiles: la ciencia ficción
apocalíptica (y hasta de zombies en cierta forma), la del viaje quieto, la poesía
y filosofía japonesas, y está también esa tradición maravillosa del viaje
marino. La primera versión la escribí a mano en un cuaderno en dos semanas; eso
también la destaca al lado de las demás, más extensas en todos los sentidos.
¿Alguna lo decepciona a esta altura?
Hasta el momento
ninguna de mis novelas me ha decepcionado. Claro que con el paso del tiempo asumo
que les iría retocando alguna cosilla, pero ya llegará ese momento si alguna
vez es absolutamente necesario reeditar alguna de ellas.
Sus números: Cuántas novelas, libros
de poesía, cuántas traducciones.
He escrito cinco
novelas (tres de ellas publicadas), una docena de libros de poemas
(próximamente se publicarán los primeros cuatro bajo el título común de El Mamut), y he armado y traducido unos seis
o siete libros.
¿Cuántos libros ha editado con Barba
de abejas?
Por el momento
dos antologías de poesía bilingüe, de Henry David Thoreau (La canción del viajero & otros poemas) y de Theodore Enslin (Fin del invierno en Maine & otros poemas),
aunque estoy terminando los próximos tres, de David Meltzer, D.H. Lawrence y
uno mío, todos de poesía, todos volúmenes dobles. La editorial está pensada
para lanzar entre 2 y 3 títulos con cada nueva estación del año. Hasta ahora no
ha fallado, aunque es cierto que los libros están saliendo más sobre el final
de las estaciones que sobre el comienzo…
Cuénteme algo sobre usted.
Vivo en City
Bell, una pequeña ciudad a 50 kms de la Capital Federal.
Aquí en la casa somos cinco, Julia, Jack & Emma (nuestros hijos) e Irlanda,
nuestra gata; pronto seremos seis, pues se sumará una perrita diminuta que los
niños ya bautizaron Lupita. Trabajo medio día en la escuela secundaria tratando
de enseñar literatura, y el resto del tiempo me dedico a escribir, traducir,
editar y hacer libros y dibujar. Los fines de semana doy un taller literario a ocho
o nueve chicos con algunos intereses más o menos serios en la escritura. Todo
lo que gano con la literatura (y más, claro) me lo gasto en libros, materiales
para hacer libros o máquinas para hacer libros cada vez más cuidados y en
cierta forma diferentes. Me gusta ir de pesca, fumar y que el invierno dure
mucho. Publico mis libros en una editorial de Buenos Aires (Bajo la luna) y
dirijo mi propia editorial artesanal (Barba de Abejas, http://barbadeabejas.blogspot.com/),
que pronto también será digital (www.indiebooks.com.ar).
Creo que con eso es suficiente.
¿Cómo descubrió que le
gustaba escribir y que era esa su vocación?
La
verdad es que me di cuenta de que no iba a ser un buen guitarrista (o al menos
no uno muy constante) y entonces intenté escribir. Y la verdad es que me ha ido
mejor escribiendo que tocando la guitarra (algo que de todos modos sigo
haciendo, claro); quiero decir que he logrado algunas cosas casi sin
proponérmelo, aunque si me preguntaran qué es lo que quiero hacer en realidad, bueno,
diría que lo que quiero es tener una banda pequeña de 3 ó 4 amigos, pasar temporadas
de 2 ó 3 meses en una camioneta recorriendo pueblos y ciudades tocando y
escribiendo diarios de viaje y sacando fotos de puentes abandonados y animales
muertos tirados al costado de las rutas, y grabar discos low-fi en garages,
&c. No es que cambiaría una cosa por la otra, pero…
Cuándo estuvo decidido a
ser escritor, ¿cómo se formó?
Me
formé en el altillo de la casa de mis padres: vendí mi guitarra, mi
amplificador y hasta los cables y me compré unos 100 libros. A eso le sumé
otros tantos libros de la biblioteca de mis padres. Lo que hice fue leérmelos
todos en algo más de un año; incluso los que no me gustaban; era como un
ejercicio de formación. De tanto en tanto estudiaba algo para la carrera de
letras, pero lo que en verdad estaba haciendo era leer para la carrera de
escritura, que aquí no existe. Por cierto: empecé copiando a los poetas surrealistas,
algo que no se puede hacer en una guitarra (creo).
¿Haber ido a la facultad
le ayudó a aprender a escribir o le aportó más en otro sentido?
Haber
ido a la facultad me quitó mucho tiempo para leer lo que quería, pero me
permitió conocer autores y libros que tal vez hubiera tardado mucho en cruzarme
siguiendo mi propio camino (Nota: también es cierto que llegué a muchos de los
mejores libros que he leído gracias a los libreros de mi ciudad. Y ese podría
ser un buen consejo para un escritor joven: que recorra librerías de viejo y
hable con los libreros, que pregunte hasta que lo odien o, por fin, se
acostumbren a su presencia fantasmal y le inviten un café.) La verdad también
es que para escribir (para escribir ficción y sobre todo para escribir poesía) lo
más importante es vivir la mayor cantidad de experiencias posibles, tener un
buen grupo de amigos, y cosas así. No creo que sea más importante estudiar
Letras de lo que puede llegar a serlo estudiar Antropología, como fue el caso
del viejo Kurt Vonnegut.
¿Qué solía leer en su
infancia, luego en sus veintes y qué lee ahora?, ¿cómo ha cambiado su gusto y
su forma de leer?
En
mi infancia no leía casi nada, algún libro de vez en cuando; la verdad es que prefería
ir de pesca, hacer deporte y desarmar cosas, o romperlas directamente. Hacia
los 15 empecé a leer a Poe, Hawthorne, Melville, Twain, y mucha poesía; eso
nunca ha desaparecido. Luego se agregaron los escritores del siglo XX que mi
padre tenía en su biblioteca (como Chejov, Maugham, Hemingway, Cortázar o
Borges), y eso tampoco se ha ido. No creo que haya cambiado el gusto, sino más
bien que se ha ampliado y fragmentado (a veces estoy leyendo tres o cuatro
libros a la vez, y traduciendo otro, ¡y escribiendo dos! En fin…).
¿Cuáles han sido sus
influencias (incluyendo la música) y cómo le han servido?
Para
mí MetallicA recorriendo los Estados Unidos en una camioneta y tocando para 150
campesinos a la orilla de un arroyo infestado de caimanes a comienzos de la
década de 1980 (es decir, mientras yo gateaba) es tan aleccionador como la
poesía de Rimbaud, como las primeras novelas de Melville, como la soledad de
Juan L. Ortiz, la epifanía de Bob Dylan, 3 meses intensos en los que tocamos
covers de Nirvana, Ramones, Él mató a un policía motorizado, Black Sabbath,
Peligrosos Gorriones y Massacre con unos amigos en un garage de la casa de
Buck, mi amigo-hermano, etc. A mí me influencia ese impulso de que las cosas
avancen sin mirar más allá. Después vienen los estándares, las mesetas de la
comodidad, que están bien ganadas, pero que pueden hacer que se pierda mucho de
esa inercia inicial, algo vertiginoso que indudablemente está ligado a la
adolescencia y la irresponsabilidad. Kurt Vonnegut decía que el artista tiene
que luchar contra sus propias limitaciones; eso es lo que me influencia. Leer
escritores luchando por salir de un embrollo en el que ellos mismo se metieron
sin saber muy bien por qué, el rock desprolijo pero auténtico, las letras
simples pero que te explotan en la mente, no los poemas que te dejan mudo sino
los libros de poemas que se leen de corrido como un diario.
¿Cómo se sintió al
terminar de escribir su primer texto largo, y luego, cuando fue publicado por
primera vez?
Escribí
mi primera novela en cuatro meses, en una computadora muy vieja en la que
apenas se podía correr algún programa más o menos básico y que todavía debe
estar guardada en algún lugar en la casa de mis padres. La verdad es que cuando
la terminé me pareció como estar de viaje, y quería seguir. Así que incluso
antes de corregirla ya estaba escribiendo otra, y mientras escribía la segunda
estaba pensando en la idea de otras dos. Luego de corregir Formas de humo, mi primera novela, la envié a un concurso, obtuvo
un tercer puesto y con el dinero que gané la publiqué en la editorial rosarina
Beatriz Viterbo. Verla impresa es un gran momento, pero la verdad es que eso
dura poco; un libro está quieto, y se publica cuando uno ya está dos o tres libros
delante. Lo que yo quería era seguir moviéndome con la escritura, avanzar. Es
un momento excitante cuando se ve materializado lo que uno hizo, pero no deja
de ser efímero. Para mí la escritura, la emoción del movimiento constante de la
escritura, es el único móvil perpetuo que existe.
¿Tiene una disciplina o
algún ritual para escribir o lo hace de manera aleatoria y cuando siente que es
momento?
Trato
de escribir por la mañana, pero en realidad escribo cada vez que puedo. Siempre
tengo libretas, o cuadernillos a la mano. La disciplina sirve para cumplir con
tiempos que uno se fija (y entonces trato de utilizarla, por ejemplo, en los
proyectos de traducción); la ficción la escribo a los saltos, en medio de otros
proyectos y de lecturas alternadas, como ya dije, en agujeros temporales de
rutinas, y tal vez eso haya determinado algo su forma.
¿En qué momento empezó a
hacerse consciente de todos los componentes de la prosa y la poesía? Y desde
entonces ¿qué tanto corrige y revisa, qué tantas inseguridades tiene?
Me
parece que siempre se escribe desde la inseguridad. Trato de no ser muy
consciente de los mecanismos de la escritura: una vez que se dominan más o
menos naturalmente algunas cuestiones muy básicas (la creación de un personaje,
delinear un argumento nimio, bosquejar una trama llena de espacios vacíos o
pozos) se puede escribir con casi nada planeado, en terreno no seguro, digamos.
Prefiero la sorpresa de la escritura (y el fracaso, evidentemente) que la
seguridad de la historia bien construida. Es un defecto, lo sé, pero tiene que
ver con disfrutar más del proceso que de lo que los demás esperan del resultado
(incluido yo mismo). Para mí la ficción tiene algo de diario, y el diario tiene
el único plan de la contingencia.
¿Entre sus amistades
cuenta con colegas? ¿Al criterio de quién somete sus nuevos textos?
Mis
textos los leen algunos amigos muy cercanos y mis editores. Siempre acepto sus sugerencias
y no pocas veces han modificado mis textos. Siempre les agradezco,
textualmente. Tener un editor que siempre va a decirte algo por el bien de
todos, del texto, del libro y del escritor, es otra de esas cosas que hay que
cuidar y agradecer.
(LUEGO
VINIERON LAS TRADUCCIONES)
¿Cómo ha sido su
relación con el inglés?
La
segunda lengua en mi familia es el francés, así que digamos que estaba
acostumbrado a lo de tener o escuchar otro idioma. En lugar de estudiar con mi
madre, me interesé por las letras de algunas bandas de rock que escuchaba; luego
pasé a la poesía de los románticos ingleses, de los beats, y de allí a la
literatura norteamericana del siglo XIX y XX. Nunca lo estudié académicamente,
sino de la misma forma que “estudié” la escritura. Aunque, ahora que lo pienso,
si hubiera estudiado con mi madre entonces tal vez podría haber imitado mejor a
los surrealistas…
¿Suele estudiar
gramática y lexicología?, ¿cómo se prepara un traductor literario?
Suelo
estudiar esas cosas cuando son curiosidades o bien cuando son un problema,
cuando me encuentro con un caso que no puedo resolver o que simplemente me
despierta curiosidad; después de eso, me queda más o menos incorporado. Creo
que la mejor preparación para la traducción es la lectura y la relectura de una
obra, y los muchos borradores. Mucha lectura acumula “problemas”, y si esos “problemas”
se van solucionando con una gramática o con ensayos de traducciones, pues
entonces se va aprendiendo una lengua para traducirla (aunque no necesariamente
para hablarla, claro).
¿Recomienda a quien
quiera escribir leer en otros idiomas?
Sí,
pero en la misma medida que podría recomendarle viajar y escuchar el habla de
otros lugares, y escuchar música, y leer sobre la vida de los pintores, y ver
películas. Leer en otro idioma es abrir el panorama a una lectura más profunda,
pero no creo que sea imprescindible. Como lector es una ventaja indiscutible,
porque se puede acceder a un texto 1, 2 ó 10 años antes de su traducción al
español (eso por no mencionar los casos en los que la lengua de origen de un
texto es el único puente para abordar esa obra, como lo fueron para mi los
casos de la poesía de Melville o Thoreau, o sus diarios). Como escritor la
verdad es que no creo que sea imprescindible, a no ser que se quiera escribir
un Ulises el doble de desquiciado.
¿Por qué Melville,
Carver, Thomas, etc?
Melville
es uno de esos viejos tercos inamovibles: se ha conseguido un lugar del que
difícilmente vayan a sacarlo con lecturas tontas o inocentes de sus libros;
creo que es el Shakespeare de la literatura de los Estados Unidos, y el más
borgeano de los escritores estadounidenses del siglo XIX: lo que hizo con los géneros literarios, con la escritura
de ficción, y con su propia vida es maravilloso, casi como lo son Joyce o
Gaddis en el siglo XX: ellos son mojones en el largo camino de la evolución
(sin progreso necesariamente) de la literatura. Thoreau es raro y está solo, y
es más terco que todos los otros juntos, y aunque muy poco le importe lo que
pensemos de él y de sus libros. Carver fue un gran descubrimiento, igual que
Buckowski como poeta. Dylan Thomas es el poeta del rock, aunque no haya
fotografías de él con anteojos de sol: era imposible escuchar a Velvet o a Bob
Dylan y no terminar sumergido en sus poemas. Me parece que Lou Reed es el otro
gran poeta del rock, y por cierto él sí tiene muchas fotografías con anteojos
de sol.
¿Podría pensare
únicamente en las traducciones como una forma de ganarse la vida?
Creo
que podría hacer una traducción por encargo siempre y cuando sea de un escritor
que yo mismo quisiera traducir, o que me inquiete, y siempre y cuando me dieran
además todo el tiempo que necesite. Afortunadamente, nada de eso va a ocurrir
muy pronto que digamos.
¿De qué vive?
Vivo
de mi trabajo de profesor, y eso me permite ser absolutamente libre en lo que
quiero escribir o traducir; puedo tomarme el tiempo que quiera, traducir lo que
quiera y editarlo como mejor me parezca y cuando quiera. Esa libertad no tiene
precio si uno cubre las necesidades básicas (digamos: tener una casa y poder
pagar sus cuentas) y no aspira a tener un automóvil nuevo cada dos o tres años,
irse muy lejos de vacaciones o cosas por el estilo.
(LUEGO
VINO LA DOCENCIA)
¿La docencia es una
forma de asegurar sus ingresos o estaba dentro de sus planes?
Siempre
estuvo al margen de mis planes más importantes, pero de una u otra forma estuvo
en mis planes desde el momento en que me decidí por una carrera universitaria, aunque
ya antes del principio la entendí como una forma de comprar la libertad de la
que hablé antes. No es sólo eso, pero es en gran parte eso. Lo hago con mucho
gusto, pero la verdad es que es lo seguro que me permite arriesgarme en lo no
seguro. Soy como alguien que trabaja en una carpintería por la mañana y se va a
surfear toda la tarde.
¿Cree que es
imprescindible estudiar para ser bueno con la literatura?
Si
uno escribe o quiere escribir siempre está estudiando cuando lee; eso en cierta
forma es una pérdida de frescura en la lectura, pero permite también entrar en
un texto como se entra a un bar lleno de amigos más o menos conocidos, ¿no?
¿Qué piensa acerca de
los estudiantes que llegan a sus clases, del nivel (creatividad y originalidad)
de los más jóvenes?
Creo
que viven en un mundo de estímulos muy rápidos, cambiantes y profundamente visuales.
No creo que esté mal, creo sí que no se lleva muy bien con la lectura (tradicional
al menos) de ficción. Trato de transmitirles la pasión por la lectura y la
escritura de literatura, pero lo cierto es que se logra en 1 de cada 20 ó 30
casos.
¿Enseñando, ha aprendido
algo útil para su oficio?
Ponerte
en el lugar del que va a “enseñar” te enseña antes que nada a cultivar o
profundizar la humildad; te obliga a repreguntarte muchas cosas, y en ese
sentido es un trabajo muy fructífero espiritualmente. Eso es lo mejor de la
docencia: que te obliga a repasar y repensar todo el tiempo cosas que das por sentado,
que no necesariamente llegan como uno cree y, tal vez por sobre todo lo demás,
la docencia necesita de frescura, de improvisación, de agilidad, de adaptabilidad,
y eso siempre es bienvenido. Enseñar es como nadar contracorriente: y eso, al
menos por ahora, me parece estimulante.
(LUEGO
VINO EL CAMPO EDITORIAL)
Ahora, teniendo en
cuenta la cantidad de personas en el mundo y que hay más aspirantes a ser
escritores, ¿cree que hay espacio para todos?
Creo
que hay lugar para todos, claro, y que cada uno, si lo hace con verdadero
esfuerzo y pasión, ya irá encontrando su espacio: tarde o temprano llega.
Estamos hablando de espacio simbólico, no de un viejo teatro con 1000 butacas,
940 de ellas ocupadas. Afortunadamente el capital simbólico de una región,
lengua, país o lo que sea puede crecer sin límite, y a eso deberíamos aspirar
todos, cada quien con lo suyo.
¿Qué sensación le
despierta ver que la gran industria editorial tiende a publicar cosas caras
pero de poco valor, efímeras e irrelevantes?
Me
molesta que se editen cantidades impresionantes de material a sabiendas de que sólo
se va a vender un cierto porcentaje más o menos fijo, determinado por el
estúpido shock de la publicidad y la especulación: así funciona la industria:
si imprimo 1000 vendo 300, si imprimo 10000 vendo 2900, y el resto a saldo o a
pulpa. Me parece un comportamiento neurótico, que además atenta contra la
construcción de un catálogo, que es como la espina dorsal de una editorial,
¿no? Por otro lado, trato de contrarrestar esa suciedad visual y mental dedicando
mi tiempo a husmear en la proliferación de editoriales medianas (medianas porque
han crecido a fuerza de trabajo), pequeñas o directamente minúsculas, como es
el caso de Barba de Abejas. En este sentido la industria del libro no es
diferente de la del cine. Hay que buscar en otros lugares, y tratar de
encontrar (me refiero a no ponerse conservador, o demasiado exigente) para que
la búsqueda continúe siempre. Lo cierto es que la industria del libro está
llena de animales invertebrados que editan libros como lo mismo podrían vender zapatos.
¿Qué le parece más sano
para la cultura: que cada vez haya más escritores o más editoriales?
Ambos,
siempre y cuando apunten, de una u otra forma, a construir una alternativa (por
pequeña que sea) vertebrada.
¿Le parece que debería
imprimirse menos?
Por
una cuestión ecológica (aunque es una parte pequeña del problema de la
deforestación) sí, y además por esa neurosis estúpida del “quemar para rodar”
de las industrias que me molesta y mucho. Creo que el libro digital nos puede
ayudar con eso, al menos con eso. Creo también que si hubiera buenas
bibliotecas públicas los compradores de libros no comprarían por terror, como
ocurre aquí en Argentina, donde muchos compramos libros porque sabemos que van
a tardar muchos años en reeditarlo, si es que lo reeditan alguna vez. Pongo un
ejemplo: que alguien intente conseguir los libros de cuentos de una de las
mejores cuentistas de los Estados Unidos, Lorrie Moore, que aquí se publicaron
digamos hace diez años.
(BARBA
DE ABEJAS)
¿Cómo ha sido su
formación como editor?
Me
estoy formando (al igual que como escritor, padre, pescador, etc) leyendo y
hablando mucho con las personas que ya lo han hecho antes: en el caso de la
edición, en invalorables y largas charlas con mis editores de Bajo la luna,
Miguel Balaguer y Valentina Rebasa; trato de participar del proceso de edición
de los libros, pero por sobre todo imaginando cómo haría yo determinado libro
que encuentro: pensando cosas como diagramación, materiales, oportunidades en
la traducción, etc. Hablar con “los viejos” (o con los que nada saben al
respecto y entonces tienen ideas descabelladas) siempre es bueno. Hay dos clases
de personas que pueden decirte qué hacer: tu abuelo y tu hermano menor o tu sobrino.
Uno te va a decir algo objetivo, digamos que estudies para profesor de escuela,
y el otro te va a decir un sueño, algo como por qué no ser astronauta. En mi
caso, profesor + astronauta = escritor.
¿Dónde aprendió todo lo
que sabe sobre maquetado, imprenta, papel, corte, prensado, encuadernación?
En
mi minúsculo taller: he destrozado libros para verlos desde adentro (como hacía
con todo lo demás cuando era niño), he cortado y cosido materiales impensados para
un libro (¿un ejemplo?: las tiras de tela sintética de las bandas depilatorias),
he impreso muchas locuras de formato simplemente para ver lo ilegibles que
quedaban, he plegado papel hasta creer que era medio japonés, la diagramación y
la tipografía son mundos infinitos que explorar, etc. Aquí hay prueba y error,
y muchas sonrisas y dedos cansados (cuando no cortados) al final.
Barba de Abejas es un
pequeño gesto de rebeldía, al parecer y en cierta medida, contra la típica
estructura mercantilista editorial. ¿Que opina al respecto, es así?
Así
enunciado puede prestarse a confusión. Me gustaría explicarlo de este modo: los
libros de Barba de Abejas son libros con mucho trabajo encima en todos los
aspectos, y eso me parece que se nota cuando los lectores llegan a ellos. Las
tiradas son de 50 ejemplares y se reeditan también de a 50 o por demanda si no
hay una reedición en curso. La rebeldía de un proyecto como este y tantos otros
tiene que ver en todo caso con ubicar los libros de una forma también artesanal,
pensar en un lector y contactar con él, acordar con los libreros un plan de
trabajo que implica que van a ganar menos de lo que ganarían con un libro
industrial, participar del boca en boca, tener todo el tiempo del mundo para
esperar, construir un catálogo, etc. Creo que la rebeldía pasa por dejar de
soñar con insertar los libros en una editorial enorme y ponerse a editar uno
mismo, creando la imagen de la editorial, el diseño, buscando los materiales,
aprendiendo cosas nuevas, caminando mucho, etc. La rebeldía de la edición
minúscula alternativa o independiente pasa por la acción en lugar de por la tonta
especulación de sueño americano.
¿Qué planea editar más
adelante?
En
lo que queda de este año saldrán (próximamente, como parte de la temporada invierno):
Tortugas en la bahía de D.H.
Lawrence, Ladrido. Una polémica & El
Arte / El Velo de David Meltzer, Costamarina
(seguido de Diario de Costamarina) de Eric Schierloh; (en Primavera) Caminos secundarios a pueblos lejanos de
Matsuo Bashō,
Por favor, planta este
libro
de Richard Brautigan; (y en el verano) Der
Struwwelpeter de Hoffmann traducido por Mark Twain de Heinrich Hoffmann y Naturaleza de Ralph Waldo Emerson. El
año que viene saldrán 2 libros más de Henry Thoreau (Diario de Walden. Notas en la laguna) y de Theodore Enslin (Panorama de New Sharon), y hay planeados
libros de poesía/viajes/ficción de Mary Shelley, Herman Melville, Stendhal,
Tocqueville, Arthur Rimbaud, el indio apache Gerónimo, Robert L. Stevenson, Thomas
Bailey Aldrich, Robert Frost, James Joyce, Wilfred Owen y Captain Beefheart. Y
siempre, siempre hay o hacemos lugar para sorpresas descabelladas que siempre,
siempre nacen de un sueño o de un desafío.
Maurice Brosandi Betancourth
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